Puenting en Ningbo

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Entre mi familia y amigos se me conoce como la aventurera y a menudo le cuento a mi madre mis locuras después de haberlas llevado a cabo para que no le dé un ataque al corazón. Una de ellas fue cuando hice puenting en China.

Adictas a la adrenalina

El pasado junio, mi mejor amiga y yo estábamos entusiasmadas con pasar el verano en Shanghai. Trabajábamos como profesoras de inglés y aunque teníamos clase en verano, nos hacía ilusión pasar algunos fines de semana explorando pueblos cercanos y haciendo senderismo fuera de Shanghai. Hay muchas empresas turísticas y de turismo de aventura que organizan viajes los fines de semana para hacer toda clase de actividades, desde caminar por el desierto hasta recoger té en Anhui.

Hay muchos grupos de turismo en WeChat, la app china más popular para comunicarse, que anuncian viajes mensuales. Mientras navegaba por cuentas oficiales que sigo, vi una oferta para hacer puenting en Ningbo con una empresa llamada Wanna Travel entre los típicos viajes de senderismo y acampada. Me intrigó al instante y leí la descripción.

El grupo organizaba un viaje de un día a Ningbo, una ciudad al sur de Shanghai a tres horas por carretera, con puenting por la mañana y barbacoa en la playa por la tarde. Era justo lo que necesitaba para desconectar de una larga semana y le mandé un mensaje a mi mejor amiga enseguida para ver si se apuntaba. Dijo que sí y al día siguiente hicimos el depósito para reservar plaza en el viaje.

Costaba 800 Yuan e incluía transporte, entrada al parque/puenting, barbacoa y alcohol.

Siempre había querido hacer puenting, pero tenía mis dudas sobre hacerlo en China. Hablé del tema con mi amiga y decidimos que si no nos inspiraba confianza, nos limitaríamos a ver saltar a los demás, sin presiones. Sería de todas formas una buena escapada de Shanghai, así que salíamos ganando.

El día del viaje

El día del viaje fuimos al punto de encuentro en la estación de metro de People’s Square sobre las 8 y esperamos incómodas junto a otros 20 extraños (mitad chinos y mitad extranjeros) a que llegaran los rezagados. Cuando llegó todo el mundo, subimos al autobús y comenzó nuestro viaje de tres horas a Ningbo. El trayecto no fue muy estimulante; pasamos por muchos pueblos y hablamos de todo un poco mientras mirábamos el cielo contaminado.

Llegamos al fin a Ningbo HarborLand Park sobre las 11:30 y paramos en un aparcamiento en la calle frente a un parque de atracciones de aspecto descuidado. Bajamos todos del autobús y seguimos al guía a la entrada charlando animadamente con nuestros acompañantes. El parque era bastante extraño, casi como esos parques de atracciones de los 80 que salen en las películas de Hollywood sin repintar. Había barcas de choque en un lago artificial, un columpio grande a nuestra derecha y una montaña rusa amarilla despintada con bucles y espirales.

puenting en china

Surge el miedo

Cuando atravesamos el torno, la vimos: una estructura azul de nueve pisos para hacer puenting. Observamos a tres personas en la plataforma amarilla. Había un valiente con un arnés en el filo juntando las manos por delante y dos empleados agarrando su arnés. Hicieron la cuenta atrás, “San, er, yi!” y lo empujaron de la plataforma.

Cayó gritando y dando vueltas hasta que la cuerda elástica tiró de él, haciendo que rebotara durante varios minutos. Mi amiga y yo nos miramos. “No pasa nada, no parece tan alto,” dije encogiéndome de hombros. Ella me miró consternada y seguimos a los demás a la parte inferior de la estructura.

Llegamos a una pequeña oficina al pie de la torre de puenting y uno a uno firmamos exenciones de responsabilidad. Estaban en chino pero les pedimos a otros que tradujeran y el documento venía a decir que no podíamos denunciarles si pasaba algo, lo típico. Nos midieron la tensión y nos dividieron en tres grupos, según el peso. Mi amiga y yo estábamos en el segundo, así que salimos a ver cómo saltaba el primer grupo.

Esperamos unos veinte minutos viendo cómo saltaban los demás y tratando de convencernos de que no estaba tan alto. Cuando nos dimos cuenta, el guía se acercó a por el segundo grupo y atravesamos la oficina hasta llegar al ascensor. Subimos los diez y llegamos al octavo piso. Cuando salimos del ascensor, subimos dos tramos de escaleras y me di cuenta de que la torre era más alta de lo que pensaba. Cuando llegamos a la plataforma nos pusimos en cola siguiendo los números que nos habían dado y vimos cómo los dos primeros se ponían los arneses, preparándose para saltar.

Mi turno para saltar

parque de atracciones de ningbo

Ningún edificio o estructura parece muy alto hasta que estás en la cima. Desde la plataforma podíamos ver todo el parque de atracciones y el vecindario donde estaba situado. Vimos a otras personas montadas en los columpios y en la montaña rusa y observamos cómo los empleados preparaban a los demás para saltar.

Hicieron varias comprobaciones para cerciorarse de que el arnés estaba correctamente colocado, revisando cada empleado la labor del otro, cosa que nos dejó más tranquilas. Uno a uno vimos a los miembros de otro grupo saltar, unos gritando, otros en silencio, pero todos entusiasmados cuando los subían.

De repente fue mi turno. Un empleado me tendió un arnés y me lo puse. Me hizo señas para que caminara en la plataforma hacia él e intenté prepararme mentalmente. Los empleados comprobaron el arnés, me engancharon a la cuerda elástica y volvieron a revisarlo todo. Me llevaron a la plataforma de salto que parecía una puerta al borde de la pasarela cercada. Agarrándome a los lados avancé hacia el filo y miré abajo.

En cuanto tomaron mis manos e hicieron que las juntara por delante, fui consciente de todo. Hasta ese momento, no había estado pensando de verdad en el salto. Entonces me di cuenta de que me iban a empujar e intenté mantener la calma. Hicieron la cuenta atrás, tomé aire y me empujaron.

Caí, gritando como loca y con los ojos cerrados por reflejo. Noté el tirón de la cuerda, reboté en el aire y abrí los ojos. Empecé a reírme sin control mientras rebotaba. Cuando se detuvo, empezaron a subirme y estaba temblando.

Los agarré de las manos y me arrastré a la plataforma, diciendo sin aliento “Ha. sido. increíble.” Mientras me quitaban el arnés, le hice señas a mi amiga y grité entusiasmada: «¿Puedo repetir?» La adrenalina corría por mis venas y estaba orgullosa de mí misma por haber hecho algo tan aterrador.

En general, una pasada

puenting en ningbo

Mi amiga saltó, pero hizo falta algo más de persuasión. Tuvimos experiencias similares (coincidimos en que fue intenso y escalofriante), pero nos encantó y nos alegramos de haberlo hecho. ¿Volvería a hacerlo? No. Con una es más que suficiente. Compramos las fotos que nos hicieron y nos reímos como histéricas viendo nuestras caras al caer. Cuando saltaron todos, volvimos al autobús y nos dirigimos a la ‘playa’, que estaba bastante sucia pero era de agua salada a pesar de todo.

No pudimos nadar pero disfrutamos de una barbacoa con comida deliciosa, conversación y mucho alcohol mientras veíamos la puesta de sol.

Tras varias horas, regresamos a Shanghai, todos durmiendo en el autobús.

Conclusión

Hacer puenting en China nos generaba muchas dudas porque siempre aparecen en las noticias titulares sobre edificios derrumbados o infraestructuras defectuosas. Cuando se trata de hacer puenting, no hay que correr riesgos de más, así que al principio cuestionábamos la seguridad de la actividad, sobre todo después de ver algunas de las atracciones del parque.

Sin embargo, parecía seguro y ver cómo otros lo hacían antes que nosotras fue de gran ayuda. Creo que hacer una actividad así en un país extranjero siempre provoca dudas. Si lo hubiéramos hecho en Estados Unidos o Canadá, no habríamos tenido tantas reservas.

En general, fue una experiencia genial y nos alegramos mucho de haberlo hecho. Le recomendaría a todo el mundo que hiciera puenting al menos una vez en la vida, incluso en China.

Es algo que me encanta de este país. A veces es una locura pero siempre hay algo divertido que hacer y retos que afrontar.

Photo Credits: Photos by Rachel Sorenson

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