Visita a la Ciudad Prohibida – La guía completa

La Ciudad ProhibidaLa Ciudad Prohibida vista desde la Colina de Carbón, al sur.

Introducción

Las residencias de reyes, soberanos o emperadores que estamos acostumbrados a ver en los países occidentales, a pesar de ser ricas y lujosas, tienen el tamaño de un gran edificio o, en el mejor de los casos y especialmente sin son anteriores al Renacimiento, de un castillo.

En China, desde finales de la Edad Media, cuando el oscurantismo de la Santa Inquisición dominaba la escena en Europa, y hasta principios del siglo XX, el emperador vivía en una verdadera ciudad fortificada, construida en torno a él y diseñada para permitirle llevar a cabo sus funciones públicas y, al mismo tiempo, satisfacer todas sus necesidades humanas y personales.

A esta ciudadela se podía entrar o salir sólo con el permiso del emperador. Aquellos que desobedecían esa regla lo pagaban con la vida.

Este es el origen del nombre «Ciudad Prohibida» («Zi Jin Chen» en chino), un lugar histórico, perfectamente conservado, que fue sede del emperador del Reino del Medio durante unos 500 años, desde 1420 hasta 1912, cuando el último emperador fue obligado a abdicar por las fuerzas de la primera revolución china.

A partir de ese momento, se cambió el nombre al que aún se usa en los mapas y señales: «Palace Museum».

El apelativo de «Museo» hace hincapié en el hecho de que se refiere a una reliquia histórica que ya no alberga ningún poder político.

Afortunadamente, la Ciudad Prohibida se salvó del saqueo y la destrucción en las distintas épocas revolucionarias y de las invasiones de pueblos extranjeros experimentadas por China.

Ni los franceses ni los ingleses ni las tropas revolucionarias victoriosas de Chiang Kai Shek primero y de Mao Zedong después tuvieron valor de destruir su belleza arquitectónica, a pesar de que fue la sede y símbolo de aquello contra lo que habían luchado con valor.

Gracias a ello, podemos seguir disfrutando de este lugar mágico y encantado.

Su discreto y fascinante encanto fue reconocido a nivel mundial cuando, en 1987, fue declarado patrimonio de la humanidad y reconocido como el mayor sistema de estructuras de madera mejor conservado del mundo.

Dónde se encuentra y cuánto cuesta la entrada a la Ciudad Prohibida

La Ciudad Prohibida (o Palace Museum si se prefiere) se encuentra en pleno centro de la ciudad de Beijing, frente a la Plaza de Tiananmen.

Se puede llegar en la línea 1 de metro, bajando en la parada Plaza de Tiananmen Este (o Plaza de Tiananmen Oeste) y siguiendo las indicaciones.

Recuerda llevar tu pasaporte, ya que es necesario para pasar los controles de seguridad a la entrada de la plaza y comprar el billete.

Ten cuidado de no sacar entrada para la terraza panorámica de la plaza (la señalización no es muy clara); Continúa recto hasta que te pidan el billete, la taquilla está al lado de la entrada.

El precio incluye todo el recinto y es de 60 Yuan por persona.

Enclave histórico

Beijing no siempre fue la capital del imperio chino. Llegó a serlo durante la dinastía Yuan (1271- 1368) por mandato de Kublai Khan.

La dinastía Yuan, cuyo fundador fue Gengis Khan, era originaria de las estepas del norte y fundó y gobernó durante unos 100 años el imperio mongol, que pasó a la historia como el más extenso del mundo.

A pesar de las costumbres austeras de las que se enorgullecía, el pueblo mongol no escapó al encanto de la cultura y la eficiencia de la administración del estado vigentes en los diferentes reinos en los que se dividía China entonces, pues pese a estar fragmentada y en lucha por la supremacía durante 900 años (es decir, desde la caída final de la dinastía Han en el año 221), conservaba una fuerte uniformidad cultural y administrativa.

Los mongoles, al igual que todos los pueblos extranjeros que a lo largo de la historia conquistaron China, tuvieron que hacer frente a su riqueza cultural y material, y se sometieron a un implacable proceso de chinización que les llevó a incorporar la cultura y la organización estatal china y a adoptar la estructura de poder burocrático, fundamental para la gestión de «un imperio en el que nunca se ponía el sol».

Estas fueron las principales razones que llevaron al gran Khan de los mongoles a trasladar su capital desde Karakorum (al centro de la Mongolia actual) a Khanbaliq, sentando las bases de una auténtica ciudad imperial, sobre la que pronto se edificó Beijing.

Tras la caída de la dinastía Yuan y un breve paréntesis de luchas internas, se alzó con el poder la dinastía Ming que tenía su sede en las regiones del sur y su capital en Nanjing.

Pronto comenzó un debate para trasladar la capital al norte y se señaló el área de Beijing, que fue definida por uno de los asesores más influyentes de la corte como una zona con un «Feng Shui superior».

Tras acalorados enfrentamientos sobre si era o no acertado desplazar el centro de poder administrativo, prevaleció la postura del príncipe Yongle (previamente designado por su padre como gobernador de Beijing) que trasladó la capital, tratando de librarse de la fuerte influencia de la nobleza que tenía su base de poder en el sur.

A partir de estos acontecimientos, se puede comprender el origen del nombre de Beijing que fue dado a la ciudad en 1403, durante los primeros años tras el establecimiento de la dinastía Ming.

Beijing es la transcripción de su nombre chino (北京), que se compone de las palabras «norte» (北, bei) y «capital» (京, jing) y literalmente significa «capital del norte»; a diferencia de Nanjing, la capital del sur, compuesto por «sur» (南, nan) y «capital» (京, Jing).

Después de decidir definitivamente el cambio de centro de poder hacia el norte y derrotar a las facciones contrarias encabezadas por sus hermanos, el príncipe Yongle se convirtió en emperador y ordenó iniciar la construcción de lo que sería su futura residencia.

Y así, en 1406, se inició la construcción de la Ciudad Prohibida.

La edificación del proyecto, pese a su envergadura, se completó en «sólo» 14 años.

En 1420, tras terminar la obra, Beijing fue designada oficialmente la nueva capital bajo la dinastía Ming, permaneciendo así hasta día de hoy.

Durante los períodos posteriores, los 24 emperadores que vivieron allí (10 pertenecientes a la dinastía Ming y 14 a la Qing) gobernaron su enorme país desde aquí mediante edictos imperiales garantizados por innumerables sellos.

Esta situación se mantuvo hasta 1912 (año en que las tropas revolucionarias del Kuomintang entraron en la ciudadela), cuando el último emperador, Xuantong, se vio obligado a abdicar a la edad de 6 años (tenía 2 años cuando ascendió al trono en 1908).

Por intercesión del nuevo gobierno, encabezado por Sun Yat Sen, se le permitió seguir viviendo en su residencia junto a la corte hasta 1924 (es decir, hasta la mayoría de edad), cuando se vio obligado a refugiarse en la Embajada de Japón.

Murió a la edad de 61 años, el 17 de octubre de 1967, de cáncer de próstata en un hospital de Beijing. Tras varias vicisitudes personales relacionadas con la Segunda Guerra Mundial, en la que China luchó principalmente contra Japón, ocupó un puesto anónimo de funcionario en el enorme aparato administrativo del partido.

Para recordar su conmovedora historia, el formidable Bernardo Bertolucci rodó “El Último Emperador” que fue la primera película en recibir permiso oficial para ser rodada en el interior de la Ciudad Prohibida.

La construcción de la Ciudad Prohibida

Gran parte de la ciudadela fue diseñada por un eunuco llamado Nguyen An. Unos años antes del inicio de su construcción, el emperador comenzó a enviar emisarios por todo el imperio para elegir los mejores materiales, que luego fueron transportados a Beijing, principalmente por vía fluvial.

Los distintos tipos de madera empleados como olmo, roble, catalpa, alcanfor y abeto fueron transportados a través de miles de kilómetros de distancia. Tras finalizar la obra siguieron llegando materiales de construcción para garantizar las reparaciones.

Aunque el principal material de construcción fue la madera, tanto los muros como las plataformas sobre las que estaban construidos los edificios requirieron gran cantidad de ladrillo y mármol de dos clases principales: blanco, de gran dureza y veta sutil y mármol de jade.

Estos bloques de mármol, algunos con un peso de 180 toneladas, sólo podían transportarse en invierno, echando agua en el camino para que se formara hielo que permitiera su deslizamiento. Este proceso requería mucha mano de obra, llegando a ser necesarias hasta veinte mil personas para un solo bloque.

Esta ingente mano de obra se cubrió a base de trabajos forzosos que sustituyeron a los impuestos, y al empleo de presos y reclusos que tenían que trabajar con grilletes en el cuello y los pies (al menos se los quitaron de las manos).

Los ladrillos empleados fueron principalmente de arcilla, pero también se usaron otros tipos de ladrillos y baldosas producidos directamente in situ, en Beijing, donde algunos de los lagos (como el lago del Parque Taoranting), son resultado de las excavaciones llevadas a cabo para extraer la piedra arenisca necesaria para su construcción.

Las cubiertas, verdaderas obras de arte, son muy diferentes y van desde la forma cónica a la más tradicional a dos aguas con curvaturas en la parte descendente de inclinación variable.

A menudo, en el borde de la cubierta se alinean figuras de animales que representan leones, dragones, aves fénix, caballitos de mar, gallos y mucho más, con diferente tamaño dependiendo de las dimensiones de la cubierta.

Bajo la supervisión de Nguyen An, un millón de trabajadores se encargaron de la carpintería, mientras que cien mil artesanos expertos ejecutaron la decoración.

Toda la estructura se ejecutó a la perfección siguiendo el Li Ji (o «Libro de los Ritos») atribuido a Confucio, e incluso los dormitorios siguen los principios del Yin-Yang y los cinco elementos, que contienen un simbolismo muy apreciado por los gobernantes de todas las épocas, que confería un aura divina a su poder absoluto, legitimándolo.

Incluso el predominio del amarillo, el color imperial Ming, simboliza los cinco elementos y la dualidad del yin-yang.

El primer ocupante de la ciudad, el emperador Yongle, también fue el primero en ser enterrado en las colinas sobre Beijing, en el famoso cementerio que alberga las tumbas de los emperadores Ming, y muy cerca, las de los Qing.

Con el establecimiento de la dinastía Qing en 1644, procedente de Manchuria, se hicieron algunos cambios en la ciudadela debido a las diferentes exigencias y creencias de los nuevos gobernantes (que vinieron esta vez del norte en lugar del sur), cambiando los nombres de las salas y construyendo otras nuevas.

A excepción de las paredes, todos los edificios son de madera con estilo arquitectónico típico chino.

Eso ha provocado que el enemigo principal de la estructura que ha causado grandes daños sea el fuego. Los 500 años de historia de la ciudad prohibida han estado marcados por continuos incendios, seguidos de innumerables renovaciones y reconstrucciones.

El primer incendio se produjo tan sólo 100 días después de la inauguración del primer emperador. Las estructuras que vemos hoy son resultado de reconstrucciones de reconstrucciones. Es posible que ninguno de los edificios tenga la forma original que tenía en 1420, año de finalización de la obra.

Para combatir los incendios, había cerca de todos los edificios grandes recipientes de bronce que siempre estaban llenos de agua y bajo los cuales se encendía fuego en invierno para evitar que el agua se congelara y quedara inutilizable.

La vida en la Ciudad Prohibida

El emperador era el vértice de una amplia estructura burocrática que gobernaba desde su residencia en la capital.

Aunque en el interior de la ciudad no faltaba de nada, los emperadores rara vez salían al mundo real, dando lugar a lo largo de los años al progresivo distanciamiento de la realidad de los gobernantes y a la sensación de que esa magnífica estructura se había convertido en una jaula de oro, lo que llevó a los soberanos a delegar poder real en manos de sus funcionarios más cercanos.

De hecho, pese a que el emperador celebraba audiencias a diario, dada la inmensidad del imperio y la gran cantidad de peticiones y solicitudes de intervención, sólo se le presentaban los documentos más importantes para su aprobación, mientras que la gran mayoría eran evaluados por su funcionarios o consejeros.

En la época Ming, había unos veintidós mil funcionarios administrativos, seleccionados mediante exámenes oficiales de conocimiento de cuatro libros y cinco clásicos escritos por Confucio.

Los funcionarios del gobierno que informaban directamente al emperador dentro de la ciudad prohibida eran sus tres grandes secretarios y sus seis ministros (de Personal, de Ritos, de Guerra, de Obras Públicas, de Finanzas y de Castigo).

En el interior de la ciudad había gran cantidad de sirvientes, consejeros y funcionarios, como los eunucos, hombres que se sometían a la castración voluntaria del pene y los testículos para tener la oportunidad de servir al emperador en su residencia.

Estas personas tuvieron que someterse a una complicada y sangrienta operación que se llevaba a cabo con arpones de metal y sin anestesia, provocando en ocasiones complicaciones letales tanto durante la operación en sí como después, en caso de que la herida cicatrizada impidiera el paso de la orina.

Su voluntad de someterse a tal mutilación se consideraba un signo de su lealtad incondicional y servían en gran número, tanto como espías como asesores.

Hacia finales del siglo XV, se estima que había unos 10.000 y el número ascendió a 70.000 en los primeros tiempos de la dinastía Qing en 1644.

También se usaron como regalo para los parientes del rey y los altos funcionarios, junto con seda, oro, plata y joyas.

Se hicieron necesarios para llevar a cabo negocios con el gobierno, como lo demuestra el hecho de que ya en 1453, hubiera alrededor de la ciudad imperial 24 agencias especializadas en suministrar eunucos.

Tenían funciones importantes y una jerarquía estricta al frente de la cual estaba el Consejo del Ceremonial, presidido por un eunuco, que se encargaba de la gestión de los rituales, las salas de ceremonia y los eunucos, y que, en esencia, regulaba muchos aspectos de la vida de la Ciudad Prohibida.

De hecho, bajo su supervisión, trabajaban múltiples departamentos que se encargaban de la gestión de la vida cotidiana dentro de la Ciudad.

Existía el departamento de sirvientes y carpinteros, que se encargaba de los trabajos de reconstrucción y restauración; el departamento de ropa imperial, que se hacía cargo de la elaboración de la ropa del emperador y sus concubinas y esposas; y el departamento de los baños, que se encargaba de su limpieza y suministraba jabones, sales de baño y tinajas.

Existió incluso el departamento de papel higiénico, donde los eunucos producían millones de hojas de papel higiénico al año. El emperador usaba un papel particularmente suave hecho de diferentes materiales; pero el más corriente se hacía con paja, madera, aceite y limón, y en cada hoja se añadía un sello.

También estaba el Departamento de comida y cocina, encargado de la preparación de los platos, que, antes de servir al emperador y como se muestra en las películas, probaba la comida para evitar envenenamientos.

Los alimentos eran servidos al emperador en platos de oro o porcelana especial (la calidad de la porcelana Ming sigue siendo insuperable a día de hoy y sus famosos jarrones valen mucho más que el oro) por eunucos, que lo seguían con muchos tipos diferentes de comida por si al emperador le apetecía algo.

Los productos alimenticios se cultivaban en grandes explotaciones fuera de la ciudadela, gestionadas también por eunucos, que proporcionaban gran variedad de carnes, verduras y preparados como salsa de soja, tofu, harina y vino.

Los eunucos también eran responsables de la farmacia imperial que, por supuesto, era la que estaba mejor abastecida del imperio.

No podía faltar el Departamento de bomberos que, como hemos señalado, también tuvo una labor muy importante.

No es de extrañar que, con el tiempo, los eunucos adquirieran un poder extraordinario y que, hacia finales de la dinastía Ming, controlaran el estado y todas las comunicaciones entrantes y salientes del emperador.

Esta tendencia decayó durante la dinastía Qing que, no sin razón, veía en estas figuras que actuaban en la sombra la causa del debilitamiento y eventual caída de la dinastía Ming.

No lograron por completo su objetivo y los eunucos se mantuvieron en menor número, pero condicionando en gran medida las decisiones de varios emperadores y, en última instancia, el destino del Imperio.

A pesar de que la ciudad estaba prohibida a los ciudadanos ordinarios, se concedió una cierta libertad de entrada a los diplomáticos extranjeros, en primer lugar coreanos y japoneses.

El primer occidental que entró a la Ciudad Prohibida fue un italiano.

El misionero jesuita Matteo Ricci fue recibido en 1601 por altos funcionarios (aunque no por el emperador en persona) y, como sabía chino, permaneció mucho tiempo en la corte para instruir a los eunucos en la tecnología y astronomía occidental, tras comprobar el poco interés que suscitaron las ideas religiosas en Oriente.

Durante la dinastía Qing, sin embargo, se emplearon a occidentales (alemanes, holandeses, franceses e italianos) como traductores y como asesores en los campos tecnológicos.

El papel de los pensadores occidentales aumentó tanto con el tiempo que hasta el último emperador tuvo como tutor al profesor escocés Reginald Johnston.

Para concluir este capítulo sobre la vida en la ciudadela, no podemos dejar de mencionar el papel que jugaban las mujeres y que de vez en cuando, gracias a su capacidad y astucia, llevó a algunas a ejercer una influencia decisiva sobre el soberano, e incluso ocupar el cargo de emperatriz.

Durante la dinastía Ming, había hasta 100 «mujeres imperiales» y de 2.000 a 3.000 «criadas».

Ejercían como portadoras de los estandartes reales, bailarinas, músicas, fisioterapeutas, contables y mujeres de servicio en general.

Eran reclutadas en grupos de entre 40 y 500 según sus méritos, aunque también por la fuerza y ​​en ocasiones eran liberadas en caso de caer enfermas o hacerse demasiado mayores.

Su posición se veía reforzada y podían escalar en la jerarquía de palacio si daban a luz a un hijo, que obviamente pertenecía al emperador como cualquier otro hombre dentro de la ciudadela.

Obviamente esto dio lugar a intrigas y competencia entre las madres que hicieron todo lo posible por dar prioridad a sus hijos como sucesores potenciales o para ocupar los más altos cargos del Estado.

Algunos emperadores querían que las mujeres les siguieran en la muerte, lo que dio lugar en ocasiones a ejecuciones masivas.

En caso contrario, a la muerte del soberano, el heredero subía al trono y si era menor de edad, su madre se convertía en regente y ejercía todas las funciones del soberano.

La más famosa de estas mujeres fue la emperatriz viuda Cixi (1835-1908), que obtuvo poder absoluto a pesar de sus humildes orígenes en 1861, cuando su hijo ascendió al trono tras la muerte del emperador.

Al principio, compartía los asuntos de estado con otra emperatriz (la primera esposa del fallecido emperador), pero cuando esta murió en 1881, se convirtió en la única regente.

Orientación

La ciudadela tiene forma rectangular y una superficie de 72 hectáreas, que se extiende en dirección norte-sur 961 metros y de este a oeste 753 metros.

Cuenta con 980 edificios y un total de 8.886 habitaciones y está rodeada por altos muros de unos 8 metros de alto, 8,5 metros de largo en la base y 6,5 metros en la parte superior.

Los muros tienen la doble función de ocultar la vista al ciudadano de a pie y de servir de defensa; esta última función se ve reforzada por un profundo foso de seis metros de profundidad y 52 metros de largo que rodea toda la ciudadela.

La imponente estructura se divide en dos partes principales: el atrio exterior, donde el emperador llevaba a cabo las ceremonias oficiales; y el patio interior, donde estaban sus aposentos, el personal y sus muchas esposas y concubinas.

En el patio interior, situado al sur (es decir, en el lado opuesto de la plaza de Tiananmen), se encuentran los jardines imperiales, donde el emperador podía relajarse.

El atrio exterior, al ser la zona dedicada a las ceremonias, se caracteriza por amplios espacios abiertos, donde las tropas a pie o a caballo podían rendir homenaje al emperador con desfiles militares, y donde se les agasajaba tras campañas victoriosas.

También hay algunos edificios públicos (aunque es mejor decir «no privados»), cada uno con su propia función específica que se utilizaban para eventos especiales relacionados con el ceremonial de la corte dictado por el calendario lunar, pero que cambiaban de nombre y función con cada nuevo emperador.

El visitante entra por la puerta del norte, que se encuentra en la plaza de Tiananmen, avanza a lo largo de la calle principal hasta el patio y sale por la puerta del sur, que se encuentra más allá de los jardines.

La visita

La visita se desarrolla en dirección norte-sur y empieza desde la taquilla por una entrada lateral en la plaza de Tiananmen, con la gran foto de Mao Zedong a la izquierda.

Recuerda que debes seguir las indicaciones para llegar al «Palace Museum», porque si buscas «Forbidden City»(la «Ciudad Prohibida») no encontrarás nada.

Al entrar, uno es consciente de la amplitud de los patios rodeados de edificios cerrados en gran parte al público.

De hecho, no se puede entrar en ninguno de los edificios, pero al menos puede verse desde fuera el interior de los más importantes y contemplar el mobiliario.

Los que están abiertos (o mejor dicho, los que tienen la puerta abierta) al público son los que están a lo largo de la calle principal y han tenido cierta importancia en las distintas épocas imperiales.

No se obliga al visitante a seguir un recorrido establecido y puede desplazarse por todo el complejo. Por ello, como casi todos los visitantes se quedan por la calle principal, incluso en los días de mayor afluencia (cada año hay unos 14 millones de turistas), la visita es agradable.

A lo largo de la calle principal, se encuentran los edificios denominados la «sala de la armonía suprema» (pasando el arco del mismo nombre que sirve de entrada), la «sala de la armonía central», y la «sala de la conservación de la armonía».

A continuación se pasa al patio interior a través de la entrada de la «pureza celeste», llegando a la sala del mismo nombre, seguida de la «sala de la unión y la paz» y de la «sala de la tranquilad en la tierra» y los jardines imperiales.

Además de las que se encuentran a lo largo de la calle principal hay muchas otras habitaciones a las que se puede echar un ojo. Vale la pena mencionar la «sala del valor militar», la «sala de la gloria literaria» en el patio al aire libre y la «sala de veneración de los antepasados» y la «cocina imperial» en el patio interior.

Los edificios que pueden visitarse son, en total, unos cuarenta.

Dentro del complejo, a medio camino a la derecha, hay un restaurante de comida china con precios aceptables y cuarto de baño.

Conclusión

Tanto si te interesa o no la historia de China, creo que vale la pena pasar al menos medio día en el complejo, no tanto para descubrir información sobre las distintas habitaciones y el precioso mobiliario contenido en su interior, como para sentarse apartado de la multitud e imaginar a eunucos, soldados, generales, diplomáticos, concubinas, emperatrices y emperadores realizando sus funciones.

Cover Photo Credits: Photo by chungking on Depositphotos©

5 comentarios en “Visita a la Ciudad Prohibida – La guía completa”

  1. fotoartemerida

    Con todo respeto le sugiero que revise sus referencias geográficas cardinales, porque algunas no coinciden con la realidad.

  2. Enrico,
    Muchas gracias por compartir este espacio tan inspirador y bien curado sobre la cultura y lengua china. Me sirve de mucho este espacio en mis estudios de chino.
    ¡Mucho éxito!

    gabi

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