Son casi las diez de la mañana cuando salimos del hostal cerca del centro de Harbin y nos dirigimos apresurados a la parada de autobús en busca del número 338 que, según el mapa turístico que conseguimos la noche anterior en un hotel cercano a la estación, debe llevarnos al museo del escuadrón 731.
“Con un poco de suerte, pasará por aquí”, pienso mientras atravieso la calle con mi mujer Yan de la mano y comprobamos el cartel informativo que echa por tierra mis esperanzas.
Miramos a nuestro alrededor en busca de alguien que pueda informarnos y la persona más fiable es un chico con auriculares y un iPhone que parece estar escuchando música.
Me acerco a él y le pregunto en mi chino rudimentario si sabe cuál es la parada más cercana a nuestro autobús. Lo desconoce, pero tras una comprobación rápida en el móvil, se vuelve hacia mi esposa e ignorándome por completo, le explica la dirección y la ruta a seguir.
“Está a 20 minutos de aquí”, me explica Yan en inglés (entre nosotros hablamos en inglés para las cuestiones más complejas y en chino para las más sencillas), “pero cuando lleguemos a un cierto cruce, debemos preguntar.”
“¡Bien!”, pienso mientras nos dirigimos a la dirección indicada. [Leer más…]